venerdì 7 agosto 2015

Peñíscola. La isla del Mediterráneo

Durante este mes de agosto, vamos a frecuentar lugares conocidos y no tan conocidos, que tuvieron cierta relevancia en el Medievo. Habiendo dado comienzo a este tipo de sección hace unos días con la singular Alcaudete, hoy seguimos con Peñíscola que, pese a ser una de las ciudades del mediterráneo turístico por excelencia, alberga una distinguida y cautivadora memoria medieval más que conocida entre los coterráneos.
Por un lado, debido a su característico emplazamiento en la costa, observamos en la antigüedad tanto la precocidad de asentamientos ibéricos como la presencia de griegos y fenicios, motivada por intercambios comerciales en la zona. 
Por otro lado, podemos encontrar vestigios romanos, bizantinos, visigodos y árabes —como en la mayoría de la península— previamente a la Baja Edad Media. Época caracterizada por las sucesivas tentativas de conquista por parte de las tropas de Jaume I y la Corona de Aragón que,  tras diversos intentos, conseguirán por mediación y de forma diplomática la ciudad de Peñíscola. Aún así, no será hasta el año 1251 cuando la población de la ciudad crece drásticamente, debido a la afluencia de pobladores cristianos provenientes del norte.
En 1294, Jaume II permutará Peñíscola a la Orden del Temple. Aprovechando lo que había sido una alcazaba árabe situada en la parte más alta del peñón, en poco más de una década, los templarios la reformarán y ampliarán, acabando convirtiéndose en un castillo convento. Sin embargo, tras la caída y supresión del orden, de nuevo en manos de Jaume II va a ser donada a la Orden de Montesa.
Así pues, llegamos a uno de los momentos históricos más relevantes de la ciudad. En 1411,  el castillo de Peñíscola se convertirá en Basílica Pontificia durante dos décadas, con la llegada del papa Benedicto XIII de Aviñón, conocido por el nombre de Papa Luna,  el castillo pasa a ser un palacio papal; aún así, su fugaz sucesor, Clemente VIII renunciará en 1429 y con ello se dará por terminado el Cisma de Occidente, insólito período en que la cristiandad católica se regentaba por dos papas.
De la posterioridad, destacar la construcción de la fortificación renacentista, que fue ordenada por Felipe II al arquitecto Giovanni Battista Antonelli. Cabe señalar que la estructura fundamental del castillo no fue alterada desde entonces.
Así pues, como podemos observar en la actualidad, la conservación de esta pequeña "isla" fortificada, nos da la oportunidad de pasar el día contemplando el casco antiguo y, si nos dejamos llevar, puede que nos transporte a un lejano y desconocido tiempo donde, por un momento, poder revivir los eternos pensamientos de todos aquellos que pasaron por este  lugar tan bello.


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